— Final feliz a pesar de la gravedad —
Mi nombre es Soledad y me gustaría contar mi testimonio.
Tenía 20 años cuando quedé embarazada. Hasta la semana 33 todo anduvo muy bien, pero en la semana 34 comencé a sentirme muy mal.
Recuerdo que un día estuve todo el día con vómitos y dolor de cabeza intenso. El dolor era en la parte de atrás de la cabeza, no podía comer nada, ni siquiera líquidos podía retener, así que por la madrugada decidí ir al servicio de urgencia de mi ciudad.
Al llegar notaron que mi presión era muy alta y decidieron hospitalizarme para tener un mayor monitorio de mi salud. Durante esos días monitoreaban mi presión y me realizaban exámenes de orina para ver si tenía proteínas en esta, no entendía mucho porque no me daban mucha información sobre mi estado, supongo para no ponerme nerviosa o alterarme ya que eso también provocaba que mi presión subiera.
Sabía que algo no andaba bien cuando un día decidieron inyectarme para acelerar la maduración de los pulmones de mi bebé, eso me dio a entender que el bebé podía llegar en cualquier momento.
El día que cumplí la semana 35, estaba en el horario de visita, recuerdo haber mirado el reloj, faltaban 5 minutos para las 6 de la tarde, hora que mi pareja y hermano que me fueron a visitar debían irse, estaba conversando cuando comencé a sentirme aún más extraña de lo normal y sentí que mis ojos se iban hacia atrás. Lo último que recuerdo fue hablarle a mi pareja para preguntarle sobre mis ojos antes de perder el conocimiento.
Mi pareja me contó que mis ojos se pusieron blancos y comencé a convulsionar, ellos apretaron el botón de emergencia y llegaron corriendo doctores y enfermeras a sacarlos de la sala.
Me hicieron una cesárea de urgencia, me dijeron que durante la cesárea tenía momentos en los que estaba consciente, que incluso lloraba y gritaba, pero no logró recordar nada de eso. Supongo que viví un shock muy fuerte y que mi mente decidió bloquearlo.
Pude conocer a mi hijo 4 días después de su nacimiento ya que luego de la cesárea estuve en la unidad de cuidados intensivos, estaba como drogada, solo recuerdo breves momentos donde veía todo borroso y me tranquilizan al decirme que era por efecto de los medicamentos, que mi bebé estaba hospitalizado, no tenía el peso adecuado y yo no podía alimentarlo ni cuidarlo dada mi condición, recuerdo sentirme muy sola y triste en aquella sala, no podía recibir visitas y no podía ver a mi hijo.
El día que lo conocí me trasladaron al área en sillas de ruedas. Ambos estábamos internados, pero yo aún no estaba lo suficientemente fuerte ni recuperada para hacerme cargo de él. Midió 44 centímetros y peso 2 kilos con 130 gramos, estaba saludable, pero algo bajo de peso, recuerdo sentirme feliz porque él estaba bien, era y es un niño hermoso. Estuve 10 días más hospitalizada y luego pude ir por mi bebé.
La eclampsia me produjo una miopía e hipertensión, estaba desanimada por eso al principio, pero los doctores estaban asombrados de que mi bebé y yo estuviéramos con vida y que los daños habían sido leves en comparación a los que mi bebe y yo pudimos haber sufrido.
Luego de eso tuve una depresión post-parto, no podía amar a mi bebé, a pesar de que si lo quería y cuidaba con devoción de él, sentía que no era mi hijo que si bien lo quería, no lo amaba como debía, gracias a dios pude salir de esa depresión luego de un par de meses.
Hoy, casi 4 años después, somos muy felices con mi hijo, me siento afortunada de tenerle junto a mí, de poder verlo crecer, tenemos una conexión única, una complicidad asombrosa, sin duda lo amo con locura y siento que mi vida no tendría sentido sin él.