— Bebé milagro —
Quedé embaraza a los 19 años y desde mis primeras consultas prenatales me decían que tenía la presión un poco alta pero que todo estaba bien. Cada mes subía mucho de peso, me decían que debía cuidar mi alimentación y tenía fuertes dolores de espalda pero decían que era por “el peso de mi bebé". Los pies se me hinchaban tanto que no me quedaban los zapatos, cosa que le atribuían a que estaba muy gordita (hinchada).
Así llegué hasta la semana 38. Un día me levanté con un dolor de cabeza fuerte pero no le di importancia y al día siguiente igual. Al tercer día no me dolió y sentí tranquilidad. Esa noche, cuando me acosté otra vez empezó el dolor, no me dejaba dormir y cada vez era más fuerte, hasta que llegó a ser insoportable al punto de hacerme llorar. Tome un analgésico pero no me ayudo en nada y empecé a vomitar demasiado durante toda la madrugada. El dolor de mi cabeza era una pesadilla ¡algo extremo!. Al amanecer empezó a fallar mi vista hasta que me quedé completamente ciega, eso fue traumático. Sentí mucho miedo de morir. Fue lo último que recuerdo, porque quedé inconsciente. Lo demás me lo contaron: empezé a convulsionar y en ambulancia me llevaron a la clínica y ahí rodeada de doctores volví a convulsionar y entré en coma.
Llamaron a mis familiares y les dijeron que tenía eclampsia, que iba de urgencia al hospital. Me esperaban para una cesárea de emergencia. No daban esperanzas de nosotros, los dos estábamos al borde de la muerte. Había desprendimiento de placenta y el corazón de mi bebé estaba dejando de latir. La ambulancia iba lo más rápido posible, llegando al hospital nos esperaban en la entrada de emergencias con las puertas abiertas, una camilla y muchos médicos. Me pasaron en extrema urgencia. Le repitieron a mi familia que se prepararan porque era muy difícil que sobreviniéramos y que de quedar alguno de los dos con vida, sería con muchas secuelas irreversibles. Mi bebé tuvo asfixia, lo entubaron inmediatamente al nacer y le dieron reanimación. Fue llevado a neonatos, monitoreado por muchos aparatos. Yo desperté con pérdida de memoria, mi presión no bajaba, muy hinchada y afectada de mis riñones. Poco a poco recobré la memoria y conocí a mi bebé un día después. En neonatología lo apodaron “el bebé milagro" ya que no se explicaban cómo estaba vivo.
Una semana después nos dieron de alta. Después de muchos exámenes que le hicieron a mi bebé todo parecía bien, pero le dieron seguimiento 2 años en neurodesarrollo para descartar secuelas que pudieron haber sido muy tristes. Hoy mi principe tiene 18 años y está totalmente sano, su vida y salud son un milagro. Yo, desde su nacimiento, soy hipertensa y aunque a veces la hipertensión afecta mi salud no es nada comparado a tantas complicaciones que pude haber tenido.
Sin duda alguna mi testimonio es un milagro y no deseo que ninguna mujer pase por eso. Me solidarizo con aquellas que han perdido a sus bebés debido a la preeclampsia y eclampsia. Es una lástima que no se les informe a las embarazadas sobre está grave enfermedad, como me pasó a mí, que no tenía idea de que existía.
Mujeres, ante el mínimo síntoma ¡busquen atención médica! La vida de ustedes y la de sus bebés es valiosa y merece ser atendida a tiempo.