— Mi primer hijo: ¡mi gran milagro! —
Tengo 30 años, anteriormente tuve un aborto de 1 mes y medio que fue espontáneo. Siempre me quedé con ganas de tener un bebé un varón, 4 años después se me concedió.
Al enterarme de que estaba embarazada, ya no estaba con el papá y surgieron algunos problemas. Durante el embarazo mi situación sentimental no era buena. Estuve sola durante el embarazo, lloraba mucho, añoraba tener una pareja para que me acompañara en esto tan bonito que es la gestación.
Al inicio todo iba bien, pero en la semana 27 empecé con problemas de presión (tensión arterial). Mi ginecóloga me envió a una clínica especial para hacerme analisis e internarme.
El miedo comenzó cuando en los análisis se detectó que tenía preeclampsia, plaquetas bajas, problemas en el hígado y mi vida corría riesgo. Estuve una semana internada en monitoreo y para ver si me hacían una cesarea. Controlaron mi presión arterial y me dieron de alta. A los 2 dias me volvieron a internar porque tenía nuevamente la presión muy elevada…
Esa semana fue de mucho sufrimiento. Todos los días me hacían análisis, me sacaban sangre y me decían que el bebé corría riesgo al igual que yo.
Cada día que pasaba para mí era una esperanza de poder tener más tiempo a mi bebé en el vientre.
A las 29 semanas me programaron para una cesárea. Me sentía muy asustada, sobre todo porque tenía miedo de perder a mi bebé. Me hicieron la cesárea y nació con un peso de 810 g y midió 34 cm. Era muy pequeño y a los 2 dias fui a conocerlo a la incubadora donde estaba en alto riesgo.
Para mí fue sorprendente y entre en shock, primero porque era mi bebé, y en segundo lugar porque era tan frágil y estaba lleno de tubos… Se me rompió el corazón. Días después fue evolucionando bien y yo fui adquiriendo más fortaleza para estar bien con él. Aumentó su dosis de leche, su color de piel ha cambiado y próximamente le retirarán la ventilación para que pueda respirar sólo.
Mañana cumple 15 días desde que nació. Yo le pido a Dios por él todos los días y trato de no perder la fe. Me han diagnosticado estrés postraumático y algunas secuelas de la preeclampsia. Me siento muy triste de no tener físicamente a mi bebe conmigo, pero sé que pronto estaremos juntos.
Me siento culpable porque quizá pude haberlo evitado, cuidando más mi alimentación y asistiendo a terapia para no sentirme triste por lo sucedido.
Gracias por leerme, un abrazo a todas porque para mi es sanador saber que no estoy sola.