— Julián es un milagro —
Hola, quería contarles nuestra historia y perdón por lo extenso de la misma.
Pase un embarazo tranquilo y respecto a salud fue todo muy normal. El obstetra me mandó un eco-doppler sobre la semana 14 para ver las arterias uterinas, y al ver esa ecografía, me dijo que había algo en una arteria que debíamos controlar. Eso fue todo y nunca más me comentó nada hasta el momento de los hechos que a continuación relato.
Estando de 32 semanas tenía consulta con una ginecóloga que me recomendó mi obstetra. Él ya había estado de vacaciones por lo que ella también me haría el control del embarazo aparte de test de papanicolau y colposcopia. Durante el control midió mi presión y noto que estaba un poco alta, me dijo que esperara 10min y volvió a medirla y se dio cuenta que me puso nerviosa. Había subido alrededor de 7 kilos en el último mes, y yo insistía a que se debía a la hinchazón que tenía ya que en el último mes. Apenas podía comer del malestar y la acidez y tenía los pies y las piernas enormes y eso sumado a que el calor era ya insoportable por el verano. Me dijo claramente que no tenía 7kg de retención de líquidos y me derivó al nutricionista. A los diez minutos volvió a tomarme la presión con el resultado: 15/10. Me indicó que esperara que iba a avisar a los doctores para que estuvieran preparados.
Me hicieron una analítica de orina para ver si había proteína en la orina.
Ese mismo día comienzan con las inyecciones para madurar los pulmones del bebe, dos dosis. Volvimos el sábado y el domingo para los controles, monitorización y más análisis. El resultado fue: Preeclampsia. Al lunes siguiente nos citan para un doppler y después de revisarlo, el obstetra y el médico deciden darnos una habitación para dejarnos ingresados. Los resultados claramente no eran buenos. A las 13:20 nos dan la habitación. Mientras mi pareja se encarga de los papeles del ingreso yo me quedo sola en la habitación avisando a mis familiares sobre las novedades. Los nervios y el miedo jugaron en mi contra; sentí una presión a la altura de los ovarios, que se confundía con ganas de ir al baño y, no quise hacer fuerza porque tenía miedo. Y eso fue todo sentada en el baño. De repente empezó a salir sangre, mucha sangre. Llamé a un médico y me pasaron a la cama y trajeron el equipo de monitorización, la frecuencia cardíaca de mi bebé era baja muy baja. Durante ese día y el anterior me había costado mucho sentir a mi bebe moverse. Mi pregunta fue inocente: “¿Vamos a seguir así?” Y no, no fue. Era un desprendimiento de placenta y había perdido mucha sangre. En la misma cama que estaba me llevaron a quirófano. Me sentía aterrada, sin saber si le iba a pasar algo a mi bebe, sin saber si podría verlo cuando naciera y que no iba a existir la tan deseada hora sagrada.
Tengo que destacar el cariño y dedicación con el que me trataron los médicos dentro del quirófano. Una doctora me agarro la mano fuerte y me pregunto el nombre de mi bebé y me dijo que todo iba a salir bien. Estoy muy agradecida a todo ese equipo por las decisiones que tomaron, Julián nació a las 13:53 con 1650gr el 23 de enero de 2017.
Para sorpresa de todos fue un milagro. Nunca necesito asistencia respiratoria ni nada. Estuvimos 28 días en neonatología para aumentar el peso.
La post cesárea fue dura con el bebé en neonatología. A los días de darme el alto tuve que ser ingresada de nuevo porque pese a que mi presión arterial se había normalizado me desperté un día sin poder ver nada. Lamento mucho ahora no recordar lo que fue exactamente. Me hicieron varios estudios y consultas con una neuróloga y resultó ser el nervio 3 (Que es uno de los nervios craneales que controlan el movimiento del ojo) que se había inflamado. Aparentemente fue por el pico de presión que tuve.
Con el paso de las semanas esto se normalizó.
Lo de la neonatología es una historia aparte. El cariño hacia las enfermeras y médicos puedo decir que siempre será poco para acompañamiento que recibí. Fue muy duro conectarme con mi bebe, supongo que fue por el shock puesto que al final todo salió muy bien de pese a que no podía alimentarlo, no podía bañarlo, no poda cambiarlo, no me sentía identificada con ese bebé, no era el que yo había imaginado.
Costo mucho pero aquí estamos, un año después con un lazo madre e hijo fuerte y un pecho a libre demanda imperturbable.
Julián es un milagro, me sigue doliendo el qué hubiera pasado si en vez de estar en el hospital hubiera estado de regreso a mi casa.