— Basta de preeclampsia.
Conocer los síntomas ayudaría a prevenirla —
😊 Buenas,
Os escribo porque hace cuatro meses nació mi bebé y sí, os haré spoiler, tuve preeclampsia grave con síndrome HELLP, lo más " gracioso" de todo es que no tenía ni idea de lo que era , no conocía los síntomas y tampoco a nadie que le hubiera pasado.
Ni ginecólogos, ni matronas mencionaron nunca nada de esta enfermedad y con tal desconocimiento me encontré el día que me ingresaron para inducirme el parto en semana 35.
La verdad es que estos meses he pensado mucho en todo lo que pasó en el hospital y en cómo me sentía yo en las últimas semanas de embarazo .
Me decían que " todo era normal", pero no lo era y siento cierta culpabilidad por no haberme dado cuenta antes.
Me gustaría que todas las mujeres que quieren ser madres o que ya están embarazadas conocieran qué es la preeclampsia.
Qué alguien les pudiera informar de todo, y aunque las posibilidades de desarrollar la enfermedad sean bajas, al menos que todas las futuras mamis conozcan que esto existe.
Yo me encontré con un panorama que ni mucho menos me habría esperado.
Cuando me quedé embarazada comencé con los típicos síntomas: náuseas, mareos , vómitos…
En la semana 14 ó 15 me empezaron a dar taquicardias. Notaba que el corazón me hacía “cosas raras", pero no le dieron demasiada importancia.
Estrés. Ese era el diagnóstico.
Mi tensión siempre ha sido baja , por lo que al pasar de 10/6 a 12/7 (+ o -)… a nadie le llamó la atención!
Pasaban las semanas y yo estaba bien. ¡Lo normal, supongo!
Las taquicardias no paraban, pero las analíticas salían bien y yo llevaba doble seguimiento (privada y pública).
Mi bebé estaba perfecto, crecía bien y nada hacía indicar lo que semanas más tarde nos cayó como un jarrón de agua fría.
Sobre la semana 30 – 32 de embarazo yo ya no podía respirar demasiado bien, notaba una presión horrible en la boca del estómago, pero me decían que era por el bebé que me apretaba los pulmones.
Me costaba mucho andar un buen tramo porque me mareaba mucho y veía lucecitas. Eran destellos raros que todos decían que era “normal", pues la tensión no era más de 13/8.
Antes de la semana 34 se me empezó a hinchar un pie. ¿Un pie? Si, sólo un pie. Era como tener una pata de elefante y otra normal. Apenas podía doblar el tobillo y ni siquiera me cabían las zapatillas, dos tallas más grandes de lo habitual. Pero era “normal", las embarazadas se hinchan.
Estuve así varios días, pero llegó un momento que ya no podía más , me picaba todo el cuerpo y llevaba varias noches sin poder dormir.
Cuando fui al ginecólogo nada le pareció raro: la eco estaba perfecta y yo… pues yo estaba embarazada, ¿qué esperaba? Recuerdo que la tensión aquel día la tenía a 15/9 , y ¡me preguntó si estaba nerviosa! No, estaba cansada, agotada … ¡Nada más!
Me dijo que me fuera tomando las tensiones y que si durante dos o tres días las tenía a más de 14/9 , que volviera allí.
Bueno, las tensiones no subieron (hasta después), pero llegó un viernes que ya no puede más y llamé a mi marido por teléfono (él estaba trabajando) y le dije: – no puedo más, no puedo respirar bien y me duele mucho el pie y la cabeza.
Al llegar del trabajo nos fuimos a urgencias y (esto es otra historia), después de tres horas, literalmente de espera, conseguimos llegar a urgencias de gine en el hospital público.
Cuál fue nuestra sorpresa que cuando me vieron entrar pusieron una cara de susto que ya me indicaba que algo no iba bien .
Hasta aquel momento todo fue normal, no quise quejarme porque todo salía bien y nadie me había dicho nada de preeclampsias, ni síntomas no tan “normales", por lo que aguanté hasta la semana 35, pero en aquella sala de urgencias mi mundo se hizo gris cuando me dijeron: Te vamos a ingresar.
Mis análisis habían salido muy alterados, tenía proteína en la orina y mi cuerpo estaba dando señales graves de alerta. Me pusieron las correas para ver si había contracciones y en cuestión de 15 minutos ya llevaba los dos brazos con vías cogidas.
“Tienes preeclampsia grave, tu bebé tiene que nacer este fin de semana". Recuerdo esas palabras como resonaron en mi cabeza. No entendía qué estaba pasando y por qué querían inducirme el parto, ¡¡si todavía faltaban 5 semanas!! Sólo me explicaban que tenían que sacar la placenta.
Esa noche no pude dormir. Busqué toda la información que pude sobre la preeclampsia. Bufff, Google no ayudaba demasiado. Todo pintaba muy feo. Tenía miedo.
El sábado por la mañana empezaron con la inducción y cada 2 ó 3 horas me hacían analíticas. Todo iba muy rápido . Todo, menos la dilatación, que ni las contracciones de oxitocina hacían que dilatara ni un centímetro. Llevaba goteros, muchas bolsas colgadas no sé de qué (sulfato de magnesio, eso sí lo recuerdo).
Esperaron al domingo. Unas horas larguísimas en las que no pudieron ni romperme la bolsa (querían intentar un parto “natural").
Esa misma tarde me dijeron que ya no esperaban más. Epidural, sonda y cesárea.
Todavía lloro al pensar en todo esto. ¡¡Fue muy duro!!.
Una cesárea en la que eres completamente un trapo. No sientes parte de tu cuerpo, te atan los brazos y no puedes parar de temblar por los efectos de la anestesia. Jamás habría pensado que mi parto sería así.
En cuestión de 5 minutos sacaron a mi pequeño. Me lo enseñaron por encima de la sábana y sin poder tocarlo, habiendo visto su carita 10 ó 12 segundos, se lo llevaron corriendo. Era un “prematuro tardío", pero no respiraba bien.
A mí me cerraron y moviéndome como una muñeca, me pusieron en la camilla directa a la UCI. Mi tensión se había disparado a 17/10 ó algo así…
Recuerdo ir llena de cables. Los goteros en ambas manos, el catéter de la epidural, la sonda para la orina y el manguito de la tensión que se inflaba cada 10 minutos.
Sola en aquella habitación de la UCI, sin haber tocado a mi niño, sin piel con piel, sin tener a mi marido ni a mí madre conmigo… Sola viendo cómo la tensión en vez de bajar, subía. Fue la peor noche de mi vida!!!
Mi niño estaba bien (lleno de cables también) pero por suerte una enfermera muy amable me dejó tener el móvil para poder hablar con mi marido y que él me dijera cómo estaba nuestro pequeño.
Qué locura!!! Ni siquiera parece que aquello lo hubiera vivido yo.
Fue traumático, pero con un desarrollo muy esperanzador!!
Por la mañana me bajaron a planta y aunque iba llena de cosas, le pedí a mi marido que me llevara a conocer al bebé. No recuerdo el dolor de la cesárea. Ni siquiera cómo me pude levantar!! Pero él me cogió de la cama a la silla de ruedas y mareada, pálida y ojerosa me fui a neonatos!!
¡No tengo palabras! Conocer a tu hijo así es triste y es alegre a la vez, ¡¡porque los dos estábamos vivos!!
Mi niño iba con muchos cables también . Era pequeñito, pero muy fuerte y muy especial.
Estuvimos 11 días ingresados. Trataron de bajarme la tensión (me había quedado hipertensa) con diferentes medicamentos. De gine me pasaron a los internistas, me seguían haciendo analíticas cada día y dando diferentes pastillas.
Cada vez que me quitaban una bolsa del gotero yo mejoraba y por supuesto, ¡ver a mi chiquitín me daba una fuerza que bien podría ser sobrenatural!
Las grapas de la cesárea ni las sentía… Fue tanta la intensidad psicológica de esos días, que el dolor físico pasó completamente desaparecido.
Mi hijo también mejoraba día a día. Era muy doloroso no tenerlo en la habitación conmigo. Oír llorar a otros bebés me partía el alma, pero yo tenía un objetivo: recuperarme para irme a casa con mi niño.
Gracias a Dios o al universo o a quien tenga que ser… Once días más tarde de mi ingreso, nos dieron el alta a los dos.
¡Yo estuve con medicación para la hipertensión durante 6 semanas! Pasado ese tiempo mi cuerpo se normalizó. A día de hoy sigo con algo de anemia, pero nada llamativo.
Conseguí darle pecho durante un tiempo a mi bebé (pero pasé al biberón porque se cansaba mucho y terminaba con hambre y yo agotada).
Cuatro meses más tarde puedo decir que estoy feliz, que mi hijo está sanísimo y precioso. Yo doy gracias cada día por tenerlo aquí conmigo y por poder disfrutarlo.
El embarazo fue una odisea. El parto una película de terror. Pero el resultado de todo ha sido ¡¡la experiencia más dura y más gratificante de toda mi vida!!
Por todo esto me gustaría que nadie más tuviera que sufrir un parto tan difícil. Qué la llegada al mundo de todos los bebés sea bonita, ¡como tanto se habla y se idealiza en redes sociales!
Ojalá fuera así, pero para eso hay que conocer la realidad, y la realidad es que los embarazos son duros, llevan el cuerpo a límites insospechados.
Los partos son para valientes y soñadoras, porque después de esa experiencia viene lo mejor de la vida: tu pequeño ‘minitú’. 👼💕
Me gustaría pensar que más adelante volveré a embarcarme en este viaje de embarazo, parto y nueva vida al mundo, pero después de todo… Tengo pánico absoluto de se pueda volver a repetir la enfermedad. Sé que no he superado lo que pasó y no sé si algún día se podrá llegar a superar. Difícilmente lo olvidaré.
La cuestión es que creo que nuestro sistema de salud necesita profesionales que conozcan bien esta enfermedad, que no “normalicen" los síntomas, que tengan empatía con las embarazadas y con las situaciones…, que aparten los miedos con soluciones y te digan con certeza que todo está bien.
Me encantaría saber que vuestro trabajo y vuestras investigaciones llegan a todos los hospitales de España y del mundo. Así, si el día de mañana decidimos tener otro bebé, sabré que todos los médicos conocen la preeclampsia y harán lo posible para que no vuelva a aparecer nunca más.
Basta de preeclampsia.
Conocer los síntomas ayudaría a prevenirla.
Gracias por vuestro trabajo.
Un abrazo
P.D: Estoy más que convencida de que el factor estrés es el punto de partida de la preeclampsia. Al menos es mi conclusión tras hacer balance, sin culpas, sobre los meses previos al embarazo y durante el propio proceso de embarazo.
También decir que todos los ginecólogos/as y enfermeras que me atendieron todos esos días hicieron un gran trabajo. Estamos aquí mi hijo y yo. Aquel fin de semana nos hicieron nacer y renacer.
No cuestionamos protocolos , una vez nos pusimos en sus manos ellos lo hicieron muy bien. 🥰