— Tuve preeclampsia pero con el tiempo todo se reguló —
Hola soy Natali y voy a contar mi fuerte experiencia con la preeclampsia… A los 18 años me quede embarazada por primera vez. Al principio fue lo normal de un embarazo: muchos vómitos, náuseas, sueño etc. A los casi 6 meses de embarazo, yo estaba igual de delgada y con apenas una pequeña tripa. A partir de ahí comenzó la pesadilla. Empecé a “engordar" (para mí y para mis familiares era eso, “engordar") pero no, no estaba engordando, me estaba hinchando.
Sin saber nada, a los 7 meses de embarazo mis pies explotaban, no me entraba ningún calzado, mi cuerpo me dolía mucho (espalda y cintura), pero a todo le atribuía que era lo normal del embarazo. Cuando fui a un control con mi doctora, más o menos a las 34 semanas, ella tomo mi presión arterial y me dijo con tranquilidad: “está un poquito alta, no es nada grave, contrólala en casa”, y me pidió unos análisis y un electro. Yo le hable de mi inflamación y ella me dijo que me quedará tranquila, que se debía al calor. Salí de ahí tranquilizada, por así decirlo.
Decidí realizar mi baby shower como por presentimiento porque el sábado 7 de diciembre yo me sentía severamente mal, aunque mi fecha de parto era para enero, así que decidí que era mejor hacerlo antes. Todo termino mal porque tuve que dejar a mis visitas y acudir al hospital más cercano. Me sentía fatal. Llegué y me tomaron la presión. Luego vino una obstetra y me tomo otra vez la presión. Recuerdo que estaba en 14 y me dijo: “estás bien”. Me mando a casa y me dijo que podría tener tendencia a tener presión alta y que si no sufría algo peor que simples dolores de espalda y cintura no volviera porque era normal del embarazo.
Volví a mi casa tranquila otra vez, aunque seguía muy mal. Así seguí hasta el miércoles a la madrugada, cuando sentí el peor dolor de cabeza de toda mi vida. Mi cabeza se partía en mil pedazos y empecé a vomitar. Avise a mi madre y a mi marido. Mi madre me dio una pastilla para el dolor de cabeza y pensábamos que algo me había sentado mal. Volví a mi cama, me relajé y me dormí por momentos hasta que el dolor llegó a un punto insoportable y volví a vomitar. Esta vez no deje de hacerlo hasta el punto de vomitar bilis y ya después no había nada para vomitar.
Decidimos ir a la clínica donde iba a nacer mi hijo. Salí solo con mi carpeta y nada más. Subí al coche y solo recuerdo haber hecho unos kilómetros porque ahí el mundo y mi dolor terminaron para mí… Desperté en la cama de un hospital con oxígeno y cables por todos lados, sola y sin mi tripa de embarazada. No entendía nada hasta que me contaron que me realizaron una cesárea de urgencia porque llegue a la clínica convulsionando. Mi hijo estaba en Neonatos. Tuvo que ser reanimado, pero gracias a un Dios grandísimo, no tuvo ninguna secuela. Gozaba de salud y buen peso. Yo estaba mal: mi presión no bajaba y seguía en terapia intensiva. A la semana mi presión bajo un poco. Yo hasta entonces no conocía a mi hijo. Mejoré un poco y me permitieron ir a verlo y eso me lleno de fuerza para reponerme, tanto que al siguiente día nos dieron de alta a los dos.
El proceso después fue complicado. Mi cuerpo había quedado tan mal que tenía hasta diabetes. Con el tiempo se fue regulando todo y hoy mi hijo tiene 5 años, y sigo pensando muy bien si volver a tener otro hijo.